martes, abril 10, 2007

10/04/2007 Rutas a través del Parque Natural de los Calares del Mundo y de la Sima (1 comentario)

DEL PERIÓDICO ON LINE "LA TRIBUNA"


NATURALEZA Y SALUD

Rutas a través del Parque Natural de los Calares del Mundo y de la Sima
Hoy comenzamos a ascender a la gran plataforma caliza que es el Calar del Mundo (1a parte)


PEDRO GAMO
«Mal día para subir al Calar», es lo primero que pensamos cuando advertimos que la mañana a amanecido con todo el paisaje envuelto en una bruma húmeda y fría.Todo esto hasta que un sol tibio de marzo a empezado la ardua tarea de disipar la bruma. Primero, como si fuera la génesis de un nuevo mundo, ha abierto grandes claros en la bóveda celeste mientras se han quedado los anchos y profundos valles, que sabemos que forma el río, rebosantes de niebla, tanto que parece como si sobre ellos se hubiera extendido una infinita llanura. Donde conocemos que todo es quebrado y abrupto, sólo las montañas más crecidas son capaces tímidamente de despuntar entre la inmensa nebulosa blanca que todo lo oculta . Poco a poco los rayos del sol han ido dilapidando el velo y han creado un día turbio, con pelunchones de nubes agarrados a los cantiles más elevados de El Molejón. La mañana ha ganado el pulso a las tinieblas y la niebla se ido volatilizando también de los profundos valles, aunque el ambiente continua destemplado y el sol parece influenciarse del frescor matinal y apenas hace alarde de la autoridad que se le supone le debe de insuflar la cercanía primaveral. Creo que la bruma se ha suspendido en el aire y por eso el cielo se muestra con esta guisa de un cielo entelarañado. ¿Qué nos deparara hoy el día? Solo con formular esta banal pregunta puedes obtener contestaciones muy curiosas y variopintas de la gente del campo. «Es un día típico marceño», nos quedamos con esta observación que nos hace un hombre que anda carretera adelante por el Lugar Nuevo. En el cruce del Laminador, en las inmediaciones de Riópar, otro lugareño nos confirma: «todavía no se ha ido del todo el temporal, la luna tiene «cerco» y es lluviosa»; otro amigo que le acompaña mira nuestra, según él, ligereza de ropa y nos recuerda ese dicho bastante manido por cierto de que « hasta el cuarenta de mayo no te quites el sayo» y en la entrada de la Celada con Mesones , el pastor , va y nos suelta , con cierta «coba» y sin miedo a errar en la previsión de la jornada : « ¿ Y qué va hacer hoy el tiempo? Esta noche te lo diré…»y se queda sonriendo de nuestra cara de idiota que por un momento no disimulamos.
Un río oculto y sigiloso. Desde el cruce del Laminador hasta la entrada de la Celada hay cinco kilómetros que descendemos a través de la carretera C-412 por la margen izquierda del un río Mundo sigiloso y oculto por ese bosque galerías que arropan sauces, chopos y mimbreras, con las minas de San Jorge en las estribaciones del Calar del Mundo. El pino resinero es el único que coloniza de manera indistinta umbría y solana, es decir, se extiende a través de ambas márgenes del río, mientras el pino de Alepo o carrasco solo prolifera en la solana, y por el contrario el pino laricio o blanco hace lo propio en las umbrías, trazando el río Mundo esa línea divisoria que ninguna de las dos coníferas se atreve a profanar. El caserío de Mesones se extiende sobre el amplio valle que forma el río, el arroyo de la Celada que es el curso que seguiremos remontaremos hasta coger el camino del Calar, y el arroyo de los Picos del Oso que desciende por las casas de la solana. No nos detendremos en detallar en exceso este primer tramo de la ruta pues ya lo hicimos cuando nos afanamos en buscar las fuentes del arroyo de la Celada. Traspasamos el molino hundido y después de las juntas de los arroyos con la confluencia del regato de la Celadilla, hasta dar vista a la alberca de la fuente de la Celada o de la Guitarra. Aquí hacemos la primera parada y comprobamos como el arroyo desciende con bastante caudal y ruidoso, los últimos temporales se han afianzado con querencia a estas sierras.
Mirlos y ruiseñores. A poco que nos preocupamos en dar una pequeña vuelta por los alrededores de la fuente comprobamos dos cosas importantes: la primera es que el día no acaba de templarse y al final va a llevar razón el amigo que nos ha dicho lo de «hasta el cuarenta de mayo...» y vamos a echar en falta ropa de más abrigo, y que, por el contrario, los pájaros sí que anuncia con apasionamiento la próxima llegada de la primavera, se oyen cantar, entre los pinos, a los insistentes carboneros y los siempre agitados piquituertos; mientras de la misma frondosidad que acompaña a la corriente sobresale el melodioso e insuperable canto de un mirlo común. Es increíble como un pájaro tan poco vistoso - prácticamente negro total - es capaz de entonar un canto tan fantasioso , aunque ahora que lo pienso no hay mucha relación entre belleza y canto, sino más bien la analogía es escasa, pues el ruiseñor tampoco destaca por la belleza de su plumaje - marrón parduzco que pasa a menudo desapercibido entre el matorral- y en cambio es uno de los reyes indiscutible del canto. También nos ha parecido oír los primeros cantos del ruiseñor común en el llano de Mesones, hay que decir que se trata de un pájaro migratorio (estival) que pasa el invierno en sus cuarteles africanos y esta mañana hemos creído escucharlo por vez primera en la temporada. Sin duda otro aliciente para nuestras rutas a través de estos siempre atractivos parajes. Unos dos kilómetros y medio desde el cruce de Mesones llevaremos recorrido cuando encontramos el desvió del Calar a la derecha que, después de cruzar el arroyo, el camino comienza a empinarse entre un espeso bosque compuesto de matas de encinas.
Arroyo de la Celadilla. Al pasar el portón roto, el camino comienza al llanear y es donde se han formado grandes charcos rebosantes de aguazupe rojo de la greda. El sotobosque está formado por romeros floridos y varias especies de jaras de hoja grande y pequeña. Comprobamos, incluso junto al camino, como el último nevazo a hecho estragos entre los árboles, especialmente se ha cebado sobre los pinos altos y delgados con varios de ellos mutilados y tronchados por el temporal. Pronto damos vista a la vaguada que ha horadado el arroyo de la Celadilla que se abre paso entre una selva de pinos, quejigos, encinas y arces. Aunque no tan grandes como un arce granatense que hallamos junto al camino: es majestuoso y cuenta con un enormes tronco y robustos brazos, cuando el arroyo se cuela por debajo de la pista . Aquí, este año pasado encontramos la Centáurea alpina, una planta muy interesante y poco común en esta comarca. A fecha de hoy hay prímulas y violetas ya en flor , asimismo en el sotobosque es muy apreciable las manchas extensas de durillos también espléndidamente floridos.
No hemos alcanzado todavía el kilómetro cuatro, estamos en plena ascensión, cuando el arroyo de la Celadilla cruza el camino de acceso para introducirse seguidamente en un precioso y zigzagueante vallecillo escoltado por viejos arces y quejigos de grandes dimensiones. En los viejos árboles se escucha el canto lastimero y repetitivo del trepador azul y el mucho más nervioso e inquieto herrerillo común, como también observamos a la curruca cabecinegra moverse con soltura entre la abigarrada maleza del soto.
Picos de los Enamorados. Cruzar este regato significa encuadrarnos de lleno en la solana, con su bosque más bajo aunque también espeso de matorral con frondosas carrascas jóvenes y algún pino aislado. Tampoco es infrecuente encontrarnos con grandes quejigos, todavía sin hoja, pero con robustos y agrietados troncos de color ceniza y amplias ronchas de verdoso musgo. Ya hemos ganado bastante altura a la ladera por lo que el paisaje abre interesantes panorámicas como la que se cuela entre el pinar con el aguzamiento que origina la confluencia del arroyuelo de la Celadillas con el de la Celada. Valle abajo emergen otra importante referencia con esos picachos conocidos como Los Picos a secas o también bajo una denominación mucho más sugerente como es los Picos de los Enamorados, coronando el valle de la Fuente de la Plata.
Y justo enfrente de donde nos encontramos se abren paso los cantiles que ponen límites al bosque de pinos y que recorren toda la orientación norte de la Sierra del Cujón.
El camino sigue en repetidas ocasiones un trazado casi imposible de superar, pues el inestable firme está plagado de numerosas piedras sujetas al suelo. Mientras el romeral se extiende como una sábana de un blancor insuperable con ciertos reflejos celestes cuando incide sobre ellos los apáticos rayos solares de la mañana, que ya proyectan apoderarsen del valle y evaporar los últimos resquicios de la persistente neblina.
A través de zigzaguea sobre la pendiente ladera se abre paso la pista forestal que igual coquetea asomándose hacia el valle del Mundo con la sugerente aldea de Mesones al fondo, como busca serpentear hacia la opuesta vertiente mucho menos abrupta de la Celadilla, todo con el único fin de ganar el pulso a la fuerte ladera que necesitamos remontar para tomar contacto con las primeras estribaciones de la vasta plataforma caliza del Calar del Mundo.